Abraham, un pastor rico y descendiente lejano de Noé, se marcha de la ciudad de Ur de los caldeos. Junto a su esposa Sara y sus sirvientes, deja atrás una vida de seguridad y comodidad para emprender un largo viaje hacia lo desconocido.
Dios lo llamó a la edad de setenta y cinco años, para que comience una nueva vida en el occidente.
Abraham: Sara, siento que este viaje es el principio de algo maravilloso. Dios nos ha prometido muchas cosas. Él dijo que tendríamos un hijo y que...
Sara: ¿Un hijo? ¿Dios dijo que yo tendría un hijo?
Abraham: Sí. Y ese niño será el comienzo de una gran nación que...
Sara: ¿Con que una nación? Hace un minuto era un niño ¿Y ahora es una nación entera?
Abraham: Sí, una nación. Y a través de ellos todo el mundo será alcanzado por Dios.
Sara: Te olvidas de algo.
Abraham: Dios no olvida nada. Hasta aquí Dios nos ha cuidado. Dios nos provee para el viaje, y si él dice que tendremos un niño, así será.
Sara: Abraham: Ya es tarde para nosotros. Ya eres anciano, y hemos estado casados por años. Si hay niños por nacer, serán de otras personas. Si pudiera tener hijos ya hubiera sucedido, pero tý aún puedes tenerlos. La gente se ríe de nosotros. (Sale Sara)
Abraham: (a Dios) Me prometiste hijos, pero mi único heredero es un extraño. Señor Dios ¿Qué me darás ahora?
Dios: Tu heredero será tu propio hijo y saldrá de tus entrañas. Contempla las estrellas y cuéntalas si puedes. Tu descendencia será tan numerosa como las estrellas.
Narrador: Cierto día, mientras Abraham descansaba del sol del mediodía, vio a lo lejos dos hombres que se dirigían hacia él. El sol estaba tan fuerte que era dificil al principio distinguir las figuras a lo lejos. Pero aún así, Abraham supo que había algo diferente en ellos. (Entran extranjeros)
Abraham: ¡Es muy extraño! ¡Mis señores! ¡Mis señores! ¡Por favor, esperen! Mi señor, si he hallado gracia ante tus ojos, por favor, quédense un momento y coman con nosotros. Permítanme traerles agua y algún alimento ¿Sí?
Extranjeros: Muy bien. Te lo agradecemos.
Abraham: (Llama a Sara) ¡Sara! ¡Sara! ¡Tenemos visita!
Sara: ¿Quién es?
Abraham: Pronto, prepara unos panes. Usa bastante harina, y sólo la mejor harina.
Sara: Pensé que la guardábamos para una ocasión especial.
Abraham: Esta es una ocasión especial. Manda preparar el mejor becerro para una fiesta.
(Abraham sale de la tienda. Le habla a los extranjeros)
Abraham: Mis señores, permítanme servirles yo mismo.
Extranjero 1: Dime, ¿Dónde está Sara, tu esposa?
Abraham: En la tienda, cocinando. ¿Por qué?
Extranjero 2: Abraham, de ti saldrá una gran nación y serán fuente de bendición para todos los pueblos de la tierra. Para el próximo año, vendré a visitarte a ti, a Sara y a vuestro hijo. (Entra Sara a escena)
Sara: ¿Nuestro hijo? ¿Ahora? ¿Ya viejos y gastados? ¡Soy muy anciana para concebir, y aunque pudiera, Abraham está pasado de edad! ¡Já! Si no fuera tan triste sería muy gracioso. ¡Concebir a mi edad!
Extranjero 2: ¿Por qué te ríes, Sara?
Sara: (asustada) Oh, no me reí.
Extranjero 2: Dime, Sara ¿Hay algo que sea dificil para Dios?
Narrador: Y en ese momento Sara, supo también quién era realmente el visitante.
Nueve meses después exactamente como se les dijo, Sara tuvo un hijo, y se llamó Isaac. Dios había cumplido su promesa. Aunque ante los ojos del mundo eran ancianos, Abraham y Sara tendrían tantos descendientes como la arena del mar y las estrellas en el cielo nocturno.
